Mariposas feroces: Jessica Hicklin y las elecciones

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16 de Noviembre, 2016
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Jessica Hicklin
Jessica Hicklin

Esta entrada del blog fue escrita por Jessica Hicklin, una mujer transgénero de 37 años que es cliente de Lambda Legal. Al momento se encuentra encarcelada en una instalación que es solo para hombres conocida como el Centro Correccional de Potosí en el pueblo de Mineral Point en Misuri.

La ironía de la mariposa es que emerge de una cosita fea… fea como la mañana del miércoles, la mañana que me levanté bajo la opresiva derrota de las elecciones en la noche anterior.

Luego de hablar sola como en monólogo de Shakespeare, solo con la certeza de la nobleza de la muerte sobre un cuerpo que no es el mío, con todo mi intelecto, no podía entender lo que estaba sintiendo. No era el rencor de la derrota, era otra cosa completamente, algo mucho más pesado.

Sabía que lo que abatía en mi corazón no era el resultado de la desilusión. Después de todo, como una mujer transgénero que está encarcelada y que enfrenta intolerancia y misoginia a diario, y con los asesinatos en Orlando y Ferguson aún frescos, no vivo bajo ninguna ilusión de que la batalla ha sido ganada. Si algo, la elección solo confirmó que la lucha continúa. Pero aún seguía sin entender lo que me pesaba o por qué.

Tres días pasé con este sentido de incertidumbre. Pensé en las voces temerosas de mis amistades, llenas de desesperación y rabia. E imaginé sus caras, llenas de lágrimas por la agonía de lo que acaba de ocurrir, abriendo una herida que ya había cicatrizado. Y luego, abierta una vez más, tuve una epifanía que sacó de mi mente el velo de la incertidumbre.

Con un entendimiento entumecido, encontré la precisa fuente de esta pesadumbre. Solo una vez en mi vida he escuchado la voz de una derrota pasiva. Veinte años atrás, sentada en un tribunal acusada de asesinato, también fui testigo de una increíble tragedia. Ese día me di cuenta cómo una sola acción, un momento irrecuperable en el tiempo, puede llevar a una monumental destrucción. 

"Ese día me di cuenta cómo una sola acción, un momento irrecuperable en el tiempo, puede llevar a una monumental destrucción".

En las dos décadas después de mi sentencia, he dedicado mi vida a luchar contra esa destrucción. He facilitado actividades de justicia restaurativa en la cárcel. He ayudado a otros a asumir responsabilidades sobre sus acciones, de la misma forma que yo he hecho aquí. Me esfuerzo para asegurar que ninguna persona pase por el mismo horror que mis acciones, causadas por las drogas, le causaron a otros.

He visto de primera mano el dolor y sufrimiento que viene con la pérdida causada por la destrucción de vida. Y reconozco en ese dolor, las voces y emociones de la gente que me rodea. La gente que iba a perder luego de la avalancha que vendría con el atraso. Colapsé en lágrimas, me arropé en inercia depresiva y me quedé en ese estado por dos días.

Recuerdo la fuerza en el espíritu humano que causó mi transformación, la lucha por los que sobreviven y el valor para defender a los vulnerables. De ahí, emergí no como el “hombre” derrotado que dictaban mis circunstancias exteriores sino una vez más como la bella mariposa que nació para ser mujer, lista para batallar contra la injusticia en toda sus manifestaciones.

Es en este espíritu que te recuerdo que somos como las mariposas. Con solo aletear podemos causar una tormenta a miles de millas de distancia. En cada momento, en cada batir de nuestras alas, llevamos la fuerza para causar un tornado. Con ese mismo poder podemos invocar los corazones de aquellos que nos defienden contra la intolerancia, luchan por la igualdad y se rebelan contra la opresión. Como las bellas mariposas que somos, emergemos de la oruga de nuestras circunstancias. Y tenemos la habilidad de cambiar el mundo por mucho tiempo.

Levantémonos, mariposas feroces. Alteremos los vientos de la compasión y luchemos la batalla por la justicia y la igualdad.